Giovanni Battista Pergolesi: Compositor napolitano

Giovanni Battista Pergolesi es una de las figuras más relevantes del barroco musical italiano. Examinemos brevemente su corta vida y su pequeña pero excelsa obra.

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Giovanni Battista Pergolesi: Genio efímero

Para captar en toda su magnitud las largas ondas producidas por la potente obra de Giovanni Battista Pergolesi, basta detenernos un momento en Francia, en el año 1752. Ese año se produjo un sismo cultural inesperado cuando una compañía ambulante italiana se detuvo en la Académie Royale de Musique para representar la ópera bufa La serva padrona, una de las primeras obras maestras de su género.

El escándalo fue mayúsculo: en el templo de la ópera seria francesa se escenificaba una comedia que iba en contra de todos los preceptos estéticos establecidos. Si bien la comedia existía en Francia como género menor, no era considerado como una entidad propia en el panorama musical galo.

El debate, liderado de un lado y otro por figuras tan señeras como Jean-Philippe Rameau y Jean-Jacques Rousseau, pronto evolucionó hacia una confrontación simbólica entra la italianidad exótica e invasora y una incipiente tradición nacionalista francesa.

La llamada querella de los bufones duró al menos dos años continuos. Su intensidad provocó la apertura forzosa del ámbito cultural parisino a otras posibilidades estéticas, de mayor libertad formal y temática. Resulta asombroso pensar que este choque determinante estuvo determinado por un autor que llevaba dieciséis años muerto.

Servidor malogrado de aristócratas

Nacido en el territorio italiano de Jesi en 1710, Pergolesi manifestó desde su infancia una salud frágil que algunos han atribuido a la condición de espina bífida, una malformación de la médula espinal y la columna vertebral que puede ocasionar dificultades motoras, convulsiones o infecciones recurrentes. Sea lo que fuese, se trató de un joven siempre enfermizo que, sin embargo, pudo dedicarse a extraer lo mejor de su excepcional talento.

Si bien Nápoles no alumbró su nacimiento (y su apellido Pergolesi refiere a la procedencia de Pérgola de sus antepasados), fue allí donde se dirigió como adolescente para completar su formación musical, por lo cual se le considera un compositor destacado de la escuela napolitana.

Pronto su chispa creativa precoz empezó a asombrar a sus contemporáneos por medio de ambiciosas composiciones tempranas, como el oratorio dedicado al padre putativo de Cristo La fenice sul rogo o vero La morte di San Giuseppe o el drama sacro La conversione e morte di San Guglielmo. Si ya en sus primeros años en el conservatorio, Pergolesi había podido cubrir sus gastos asumiendo la labor de intérprete musical con su voz y violín, apenas sus obras se estrenaron ante la crema y nata de Nápoles, recibió mecenas de importantes recursos para su futuro.

Dos de los más importantes protectores fueron el Duque de Maddaloni, Domenico Marzio Carafa, y el príncipe de Stigliano, Ferdinando Colonna. Bajo el respaldo de ambos, Pergolesi fue capaz de desatar una pequeña catarata de joyas compositivas. La Salustia, ópera seria en tres actos, fue de las primeras, un drama basado en las dificultades de reinado del emperador Alejandro Severo y su esposa Salustia tras el asesinato de Heliogábalo.

Igualmente fue renombrada su L’Olimpiade, una enésima adaptación del libreto de Metastasio sobre conflictos amorosos en medio de los Juegos Olímpicos de la antigüedad. La difusión de este drama fue notable. El testimonio de Stendhal relata que la melodía de su aria principal había quedado alojada profundamente en la memoria de cada miembro de la audiencia.

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La serva padrona, la madre de todas las comedias

Pero fue en medio de otra de sus óperas serias, Il prigionier superbo, donde Pergolesi colocaría su obra más famosa e influyente. La pequeña ópera bufa La serva padrona fue compuesta para servir de intermedio jocoso entre los actos de la ópera severa en la cual iba inserta, un divertimento sin pretensiones para los espectadores que se mantuvieran en sus asientos.

Sin embargo, mientras que Il prigionier tuvo escaso éxito y se hundió rápidamente en la producción operística general, La serva no ha dejado de representarse y grabarse desde su estreno. Los motivos para esto son claros: una fórmula dramática sencilla y familiar, pegadizas melodías y su condición de molde básico para todas las producciones bufas por venir. Adicionalmente a esto, La serva padrona es considerada un puente nítido entre la era musical barroca y los gustos estéticos propios del clasicismo.

La operita tiene una trama extremadamente simple, desarrollada en apenas cuarenta minutos. Serpina es la criada desobediente y altiva de un viejo soltero llamado Uberto. Los enfrentamientos entre ambos suceden durante la obra, hasta que Serpina decide mantener a su señor en casa, negándole sus vestiduras formales e impidiéndole salir.

La solución que Uberto imagina para librarse de su tiránica sirvienta es conseguirse una esposa. Pero Serpina tiene también una respuesta para esto: instruye al criado Vespone a vestirse de un supuesto soldado llamado Tempesta, quien exige a Uberto una altísima dote para casarse con la criada.

Uberto, forzado por las circunstancias, decide casarse con Serpina. Cuando todos los engaños salen a la luz, la pareja queda igualmente feliz, pues sus disputas escondían verdadero amor.

Giovanni Battista Pergolesi Stabat Mater, la dolorosa despedida

Pero ningún éxito podía remediar la siempre declinante salud de Pergolesi. En 1736 moría con apenas veintiséis años, víctima aparente de tuberculosis. Apenas semanas antes, había compuesto como despedida una conmovedora obra maestra sacra, el Stabat Mater dedicado a la Virgen María sufriente junto a la Cruz.

En esta composición, dos voces, soprano y alto, se yuxtaponen delicadamente para representar de forma penetrante un dolor sublime. La obra acabó siendo una de las más populares del siglo XVIII. Para Rousseau, su movimiento inicial fue el dúo más perfecto jamás compuesto.

En el siguiente vídeo puede escucharse la excelente interpretación de Phillipe Jaroussky y Emöke Barath, bajo la batuta de Nathalie Stutzmann. Hasta aquí nuestro artículo sobre el gran Giovanni Battista Pergolesi. Hasta pronto.

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