La localidad londinense de Maida Vale vería nacer a Alan Mathison Turing un 23 de junio del año 1912, sin embargo, su temprana estadía en la ciudad capitalina sería bastante efímera, pues al poco tiempo se mudó a la India, país donde estuvo por un total de 13 años por motivos del trabajo de su padre. Aun así, volvió a Inglaterra y se formó académicamente en el King’s College.
Finalmente, egresó como matemático de Princeton, una universidad estadounidense.
Estableció los conceptos para los términos de computación y algoritmo, los cuales, junto a su artículo que vio la luz en el año 1937 donde definía la famosa máquina de cálculos que contaba con una capacidad infinita, llamada Máquina Turing, empezó a hacerse un hueco en el mundo científico.
Este dispositivo tenía la capacidad de realizar casi cualquier cálculo matemático, siempre y cuando, este se encontrase entre la posibilidad de poderse representar con algoritmos, sin embargo, era incapaz de tomar decisiones, pero aún así su potencial simulación de lógica algorítmica lo hacían un aparato de lo más interesante.
Además, que, a través de estas máquinas, se lograba explicar el cómo funcionaba un CPU.
También, se le consideraba como el padre de la inteligencia artificial, pues gracias al test que lleva su nombre, se puede llegar a determinar si una computadora es o no es inteligente. Para poder determinar que una computadora es inteligente, esta, mediante una conversación con un interrogador humano, debería ser lo suficientemente capaz como para confundir al humano y hacerle dudar si es o no es una máquina.
Turing versus Enigma
Su increíble talento computacional y adelantado ingenio para la época, lo llevaron a colaborar con las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, pues la Alemania nazi había conseguido la manera de enviar mensajes cifrados a los submarinos teutones que entorpecían a los convoyes con cargamento de ayuda material que provenían desde Estados Unidos para apoyar a Inglaterra. Aquel dispositivo alemán se llamaba Enigma.
La intervención de Alan fue crucial para la operación, pues se buscaba desarrollar una máquina que lograse analizar el contenido encriptado de los mensajes, para esto, se debía conseguir romper el algoritmo que empleaba Enigma.
El dispositivo de Turing, se bautizó como Bombe, pues se tomó como base a un aparato polaco de facturación, el cual había sido el que había empleado hasta el momento, el cual se llamaba Bomba. De ahí el nombre.
Sin embargo, Alan nunca se cerró a sugerencias y aportaciones, por lo que, gracias a la colaboración de Gordon Welchman, otro matemático, se logró mejorar aún más el Bombe hasta convertirse en una herramienta automatizada que fue determinante en la batalla contra Enigma y el tráfico de mensajes codificados. Lo cual terminó en victoria para Bombe y más adelante, para los aliados.
Sin contar, que para llegar a ello el joven matemático Alan Turing tuvo que enfrentarse cara a cara con el sistema de indicadores, al cual, le sobraba complejidad, pero nada que no fuese rival para el londinense. Esto ocurrió en el año 1939.
Muerte del genio
No todas las historias tienen un final feliz, y la de Alan Turing no terminó precisamente en color de rosas.
Su personal de limpieza se topó con el cuerpo inerte del matemático un 8 de junio de 1954, pues tras ser acusado y castigado por ser homosexual, fue condenado a someterse a un tratamiento hormonal que causó estragos en su cuerpo, se le fue prohibido continuar con sus labores, se le negó la entrada a los Estados Unidos y finalmente, optó por consumir una manzana bañada en cianuro que había dejado cerca de su cama.